En la escuela de música tenemos tres instrumentos de los cuatro que forman la familia de la “cuerda frotada”:
El violín es un instrumento de cuerda frotada que tiene cuatro cuerdas. Es el más pequeño y agudo de la familia de los instrumentos de cuerda frotada.
A continuación le sigue, en tamaño, la viola. Es similar en su construcción pero con un sonido un poco más grave.
Finalmente, el chelo sigue a la viola y además ya tiene diferencias significativas: más grande, sonido más grave (y profundo) y una posición de sujeción entre las piernas (en vez de estar sobre el hombro como los anteriores): necesita de una pieza metálica larga llamada “pica” para poder tocarlo cómodamente, lo cual le sirve también como punto de apoyo para no resbalar.
¿Qué lograremos durante los 4 cursos?
Adoptar una posición corporal que permita la colocación adecuada del instrumento, que favorezca el manejo del arco y la actividad de la mano izquierda así como la coordinación entre ambos.
Controlar la producción y la calidad del sonido.
Demostrar una sensibilidad auditiva que permita la mejora de la afinación.
Conocer básicamente las características y las posibilidades sonoras del instrumento y utilizarlas en el repertorio.
Utilizar una técnica instrumental básica.
Adquirir el hábito del análisis, aplicando conceptos formales básicos.
Leer textos musicales escritos para el instrumento propio y realizarlos en el mismo.
Interpretar un repertorio adecuado al nivel, solo y como miembro de un grupo.